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Together to get there: juntos llegaremos

Actualizado: 27 nov

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La crítica de una obra siempre está empañada por una subjetividad que puede comulgar con el espíritu en común o solo realizar una serie de criterios valorativos. Normalmente, suelo apreciar una obra por la capacidad que tiene de evocarme pensamientos, imágenes, sensaciones… Este sería el caso de Together to get there de Akira Yoshida & Lali Ayguadé, una pieza de danza contemporánea visionada en el Centro Párraga el 22 de noviembre de 2025.


Una de las críticas que se le puede hacer viene en torno a tocar un tema que ha sido abordado de forma recurrente en la historia del arte: el amor en pareja. Este tema clásico se puede ajustar dentro de la mitología que envuelve a Eros y Tánatos. Sin embargo, es conocida la dificultad de tratar temas nuevos; lo más habitual es acudir a cuestiones que se han visto desde la antigüedad, pero desde una perspectiva nueva. Así, este sería el caso de una obra que nos ofrece un nuevo enfoque sobre las relaciones de pareja o, al menos, se aventura en el abismo que supone un “juntos llegaremos”.


La idea de pareja en las sociedades posmodernas está deconstruida, apareciendo todo tipo de subjetividades sin ningún carácter metafísico, solo pura voluntad de poder. Dicho así, puede sonar algo extraño a alguien que no esté familiarizado con la filosofía contemporánea, por lo que diremos que el “amor está en deconstrucción”: no se tiene un patrón estable de lo que tiene que ser una pareja. En este sentido, la exploración que realizan Lali y Akira tiene un valor singular, porque no eluden la pregunta y se aventuran a la intemperie del no saber. No obstante, lo realizan de una forma a la que no estamos habituados en las prácticas escénicas contemporáneas: no descartan la posibilidad de un llegar juntos, de un camino hacia un Amor con mayúsculas, aunque también podría ser llegar juntos a la muerte (Tánatos).


Esta ambigüedad los hace profundamente posmodernos, pero con la salvedad de que hay momentos de trascendencia. Quizás el más significativo es cuando suena el Ave María de Schubert y se rescata una escena de un hogar asociado con lo tradicional. Aquí se percibe un anhelo por salvar a Eurídice del inframundo, por salir del sufrimiento que suponen las relaciones, aunque sea en una “elegante tristeza” —como a veces manifiestan—. La escena se acelera posteriormente, dando lugar a una sensación de imposibilidad de amar en un tiempo estable, en una armonía de acontecimientos. Esto nos sitúa en un paradigma muy moderno en el que se ha desquiciado el tiempo, en donde no es posible detenerse en torno a la mesa: en el amor de hogar.


Todo esto puede sonar cursi a las personas heridas por el desencantamiento del mundo, pero guarda un anhelo secreto. En el fondo, llegar juntos conlleva un camino en común y una meta, algo que se ha olvidado en la posmodernidad con la ausencia de un metarrelato. Este olvido ha sido recordado en Together to get there, ya que puede ser traducido también como “juntos para llegar allí”, lo que supone una cuestión existencial: estamos arrojados ahí (Dasein). Por tanto, si estamos abocados al encuentro con el otro como especie humana, ¿dónde estaría ese allí?, ¿cuál sería ese lugar a donde llegar? Esto nos devuelve la pregunta por la utopía, por ese no-lugar que nos convoca a llegar juntos a un allí.


Uno de los comentarios que escuché en la conversación posterior a la obra era que “tal vez eso sea el amor: sostenerse en las dificultades, en la intemperie de la existencia humana”. Hay algo que comparto con ese comentario; además, en la obra esto aparece de forma magistral al tratarse como un “soporte mutuo”. Pero me resisto a pensar que el amor solo es soporte en un ahí, y comulgo de forma íntima con el espíritu romántico de un lugar hacia donde llegar. Llamadme ingenuo, aunque eso es lo que se puede intuir en esta danza que por momentos roza lo sublime. No es la resignación a un Eros que pasa a Tánatos —a un amor que muere—, sino la victoria del amor sobre la muerte; es decir, la esperanza de que “juntos llegaremos”.


A. S. Román









 
 
 

1 comentario


Hola, aquí un ligero comentario sobre esta magnífica obra. Muy de acuerdo con lo que planteas Theor en tu glosa, aunque hay algunos matices que señalaría. Por ejemplo en la escena del Ave María. Me pareció bellísima y el hecho del aceleramiento lo entendí como la muerte que provoca la rutina de las cosas sublimes, que no se mantienen y que cuando se aceleran suenan feas. Una relación romántica, como la que planteaban y tú sugieres, no se sustenta en las formas, ha de ir a otro lugar, que sí define la música que sonaba en ritmo. El encuentro entre dos almas no necesita belleza externa, ya la tiene sin necesidad de escenografía o formas de belleza. Y con esto…

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